25/7/08

"Cholo"


Lo primero que le sucede a cualquiera que llega a la casa de mis primos es una gran bienvenida por los perros de la finca. Siempre bajaba del auto, buscaba las comidas que había preparado mi vieja y desde allí comenzaba una procesión sobre el camino de piedras que unía los autos con la galería, en la que nos esperaba la mesa casi siempre lista.

Allí pasamos cientos, miles, millones de fines de semana, allí estuvieron mis viejos cuando eran jóvenes, mis hermanas y yo de niños, amigos, tíos y amigos de mi primo que nunca soporté. Quizás las figuras que más recuerdo son las mis abuelos Mariana y Alejandro. Este último falleció de muy joven, así que son pocos los momentos que tengo en mi memoria, pero a mi abuela la tengo muy presente. Una señora italiana que parecía poder con todo, una super vieja que después de cocinar se sentaba en algún lugar de la mesa con los perros y con nosotros, los nietos.

Con la casa de mis primos siempre tuve una sensación que no tenía en la mayoría de las casas ajenas. Sentía que la diferencia entre el afuera y el interior era muy grande, casi abismal. Al principio creí que la razón eran las habitaciones, oscuras y frías, o la cocina, que por ser demasiada pequeña destilaba un olor a platos sucios que invadía el comedor, que toda esa oscuridad y espesura contrastaba con el exterior tan verdoso y soleado.

Hoy, después de algunos años volví a la casa de mis primos. Grande, llena de animales por todas partes. Los perros flacos, pero el jardín cada vez más extenso. Ahora el bosque de eucaliptos tiene terneros que engordan casi dos kilos por día y la cancha de futbol es un gran invernadero, donde algunos muchachos están plantando pequeñas semillitas de tabaco. Pero la gran diferencia de la casa es que mi tío ahora tiene mucha plata, el boom de la soja lo catapultó como a muchos en este último tiempo y el tabaco, el maíz, los animales, son todos proyectos complementarios a su gran ambición, siempre explicitada en los almuerzos: la de ser un “cholo”.

Algunos conocerán el término “chola”, generalmente usado para denominar a las señoras bolivianas, pero cuando digo “cholo” no me refiero a que el gran objetivo de mi tío era ser un señor boliviano. En Salta usamos “cholo” para referirnos a los burgueses, gente de mucha plata, soberbia, poderosa y reconocida no precisamente por su aporte a la política o a la cultura. Mi tío siempre soñó con ser cholo y parece que ahora anda cerca de su objetivo. Pero creo que lo que nunca entendió mi tío es que los cholos, son cada vez más cholos y que los verdaderos cholos hoy se encholan con la soja, ayer lo hacían con el dólar y mañana quizás lo hagan con otra cosa que ni ellos saben.

Hoy entiendo un poco más esas incoherencias y la torpeza que siempre lo caracterizó y porqué cuando mi primo estaba cantando una zamba, mi tío dijo en voz baja: “me gusta esa frase, eso de que las penas son de nosotros y las vaquitas son ajenas”.

1 comentario:

japo dijo...

Adentro!!!!!!!!!!!!!!
ja, ja!!!!!!!!!!!!!